Entrevista para El Mundo (2020)
Entrevista a Alberto Pérez para “El Mundo” (2020)
Por Dani Somolinos
- De tu infancia, ¿qué recuerdas? ¿Creciste en Sigüenza?
La verdad es que lo recuerdo casi todo: las dianas floreadas de la banda municipal escuchadas desde la cama, las patatas fritas de la churrería de la Alameda, los fuegos artificiales de las fiestas, los viajes con la escolanía en autobús amarillo, las comidas multitudinarias del cumpleaños de mi abuelo Mauricio con los trabajadores de su fábrica, la tienda de especias y exvotos de mi abuelo Basilio -un auténtico museo etnográfico-… muchas cosas.
- ¿Cuándo empezaste a tocar la guitarra y cuándo completas tu primera canción?
Aprendí a tocar solo, creyendo que la guitarra se afinaba como la bandurria y el laúd; de manera que, al tocar una canción, ponía los dedos en un sitio distinto al de los demás. Alguien me convenció de que la afinara bien, y me tocó empezar de nuevo. A componer empecé muy pronto, sobre los 15 o 16 años, las primeras canciones para mi grupo Somos.
- ¿Sigues tocando la guitarra en la actualidad?
Sí, sí, ahora acabo de terminar unas canciones que tengo listas para subir a la red. Pero, de vez en cuando, también me gusta olvidarme de ella, perder los dedos.
- ¿Resides en Madrid o te volviste a Sigüenza?
No, llevo muchos años viviendo en Madrid. A Sigüenza me suelo escapar unas cuantas veces en verano para reunirme con los amigos de siempre y también con algunos otros llegados de fuera.
- ¿Fuiste un joven muy contestatario? He leído que corrías delante de los grises. ¿Cómo fue aquella etapa?
Bueno, lo de correr delante de la policía era muy normal en los años 70. No me llegaron a detener porque tenía muy buenas piernas. Lo malo fue que, entre escaramuza y escaramuza, hubo años que perdimos el curso casi entero.
- También leí algo del intercambio furtivo de libros. ¿Era peligroso? ¿Qué libros eran?
Libros de historia contemporánea, sobre todo, como los de Brenan y Thomas, editados en Francia, la mayoría.
- ¿Cómo te definirías en aquella etapa? ¿Anarquista, republicano, antisistema?
Yo tiraba más bien a ácrata, la disciplina de los partidos no iba conmigo. Aunque reconozco que, gracias a ellos, se consiguió el que las cosas fueran cambiando.
- La fama (inter)nacional te la dio La Mandrágora. ¿Qué recuerdas de aquellas noches?
La risa y el humo, sobre todo.
- ¿Cómo surge la idea de tocar juntos y grabar el disco?
Es una historia un poco larga. Javier escribía letras que le mandaba desde Canadá a su hermano Jorge, con quien yo cantaba, para que les pusiera música. Jorge murió y me quedé yo como único depositario del repertorio y colaborador de Javier. Pero las canciones a mí no me iban y me daba pena que se perdieran, así que decidí enseñarle a tocar la guitarra -¡y a cantar!- para que las defendiera él mismo. Además, me encargué de la producción musical de su primer disco, Valle de lágrimas. Un día me dijo que iba a actuar en un bar de la Cava Baja, llamado La Mandrágora, donde se programaban distintas actividades, y me vine a verle desde Sigüenza. Llegado un momento, me delató y tuve que cantar las canciones que él todavía no se había aprendido. Allí coincidimos con Joaquín, que vivía al lado y que ya había actuado en el bar alguna vez, según creo. El caso es que, a partir de aquella noche, empezamos a cantar juntos y el trío se constituyó de hecho. Yo me había retirado a Sigüenza, a intentar acabar las asignaturas que me quedaban de la Facultad y el Conservatorio, pero me tuve que trasladar a Madrid de nuevo y olvidarlo todo.
- ¿Hay alguna canción que te gustara en especial de aquel disco, que sobresaliera del resto?
Sí, Círculos viciosos, de Chicho Sánchez Ferlosio.
- Cada uno teníais vuestro propio estilo. ¿Cuál dirías que era el tuyo? ¿Qué aportabas tú al trío?
La faceta romántica, la música y la puesta en escena, sobre todo.
- A mi juicio, a nivel de interpretación, sí parece que en aquel momento había un abismo entre tú y Joaquín y Krahe, aunque yo no sea un experto. ¿Musicalmente estabais al mismo nivel?
No, pero ya te he contado la manera tan forzada y tan tardía en que Javier empezó a cantar. Yo llevaba subiendo a los escenarios desde muy pequeño.
- La noche que grabasteis el disco -porque se grabó en directo- tengo entendido que no fue de vuestras mejores noches. Que a esas alturas ya habíais perdido la ilusión. ¿Es cierto que las relaciones estaban deterioradas por entonces?
Sí, pero, una vez en el escenario, nos olvidamos de todo.
- En ese momento, ¿cuánto llevabais juntos como trío?
No mucho, a lo mejor año y medio; pero los acontecimientos se precipitaron.
- ¿Por qué se deterioraron vuestras relaciones?
Sobre todo, porque teníamos objetivos distintos. Yo estaba por allí de paso, colaborando amistosamente. Además, me parecía más divertido el mundo de las variedades, al que me acabaría dedicando después durante unos cuantos años. Sin embargo, fue al percibir las primeras manifestaciones de celos y rivalidad cuando decidí irme. Ya para entonces, varias personas me venían advirtiendo: “Esta gente te admira pero no te quiere”. Así que me retiré a componer el repertorio de los dos discos que hice luego.
- Desde la grabación, ¿cuánto tiempo pasó hasta que el trío se deshizo?
No recuerdo exactamente, a lo mejor meses. Creo que nos separamos después de un concierto en la sala Regina, de Barcelona.
- Sobre todo, a la gente más joven, que puede que conozcan a Sabina y Krahe pero no les suene Alberto Pérez al oír la Mandrágora y se pregunten quién es: ¿Qué les dirías?
Pues que fue un músico que, ya para entonces, tenía muchas horas de vuelo y un lenguaje propio, que trabajó en distintos frentes, pero cuyo sentido de la independencia le hizo desdeñar olímpicamente la fama. De todas formas, hay un canal de vídeo en internet donde se pueden ver muchas grabaciones mías, de distintas épocas; lamayoría, subidas por seguidores.
- El disco que grabasteis es imperecedero. Tu interpretación de ‘La Tormenta’ o ‘Nos ocupamos del mar’ es, simplemente, deliciosa. ¿Cómo valoras aquel disco desde la actualidad, 40 años después?
No soy muy aficionado a volver sobre lo hecho anteriormente. Si alguna vez escucho el disco, por ejemplo en un taxi o en algún bar, me lo tomo con toda naturalidad, como el resto de las cosas que he ido haciendo.
- Tengo entendido que de ‘La Tormenta’, que te pidieron hasta la saciedad, fingías no recordar la letra del todo para que fuera el público el que la cantase. Eso se va aprendiendo con los años, ¿no? Es, como se suele decir, un truco de ‘perro viejo’. ¿Tenías más truquillos así para emocionar o hacer partícipes a los oyentes?
Es que la traducción de la canción de Brassens hecha por Javier contenía unos cuantos errores prosódicos que se me hacían un poco cuesta arriba, de manera que prefería traspasarle la responsabilidad al público -recuerdo que un día se pegaron dos, en Vigo, por el orden de las estrofas-. Por otro lado, en el escenario siempre me han gustado la improvisación y el riesgo. Nunca he sentido pánico escénico, ni en los momentos más difíciles.
- ¿Te gustó la fama? ¿La saboreaste o intentaste esquivarla?
Todos los que me conocen saben que la notoriedad me parece insana. También es verdad que la vanidad me la curé de raíz subiendo al escenario desde muy pronto: a los seis años ya vine a cantar a Madrid, a la televisión del paseo de la Habana, donde los cámaras llevaban bata blanca, como los médicos.
- ¿Es cierto eso de que, cuando se es famoso, la gente se intenta aprovechar de uno, o que muchos se acercan para aprovecharse de dicha fama?
A mí no me ha pasado, pero el que alguien te pida dinero o trabajo creo que no tiene nada de particular.
- ¿Alguna mala experiencia que recuerdes por culpa de la fama?
No, ninguna. Si acaso, precisamente, el que en la época televisiva me conociera todo el mundo.
- ¿Y cosas buenas? ¿Has ligado mucho en esta vida gracias a tu música?
Hombre, el efecto escenario está ahí, y a las chicas les gusta dejarse engañar de vez en cuando con alguna canción romántica. Los bares de copas, en particular, son muy ligones, con la gente tan cerquita del escenario.
- ¿Y enamorarte de verdad? (que no es lo mismo que simplemente ligar y llevarte a una tía al huerto).
Sí, sí que he estado enamorado varias veces, pero ya sabes cómo es eso: cuando tú lo estás, no siempre lo están de ti, y viceversa. A pesar de todo, creo que he sido afortunado en amores; siempre me lo recuerdan los amigos.
- No sé si estás casado y o has tenido hijos.
No, ninguna de las dos cosas. No sé a quién le oí decir que el arte era soltero.
- ¿Eras muy juerguista, nocturno? Sabina siempre habla de aquellos años de excesos, mujeres, drogas… no sé si tú eras parecido.
Yo nunca me he privado de nada. Carmen Martín Gaite les decía a sus amigas: “Alberto es un soltero que sabe vivir”. Pero en mi lista de placeres no figuraba la toxicomanía.
- Fuiste íntimo de Chicho Sánchez Ferlosio, otro gran revolucionario. Su canción “Gallo rojo, gallo negro” es casi un himno antifascista. ¿Te habría gustado escribir algo tan políticamente cargado o tan revolucionario?
Es que como Chicho no ha habido muchos, y no solo como compositor de canciones. Tuve la suerte de tratarlo de cerca durante sus últimos 15 años, y su personalidad y su compañía me marcaron tanto como lo que escribió. No sé si te he contado que hicimos juntos 25 canciones, de diferentes ritmos.
- Hoy en día, un tuit, un chiste o una canción te pueden llevar a la cárcel. ¿Estamos retrocediendo en el tiempo en lugar de evolucionar?
Bueno, afortunadamente hay jueces y juezas que, además de una gran preparación, tienen la mente abierta. Es cuestión de tiempo el que el resto del gremio se vaya poniendo al día.
- No sé si con el tiempo has ido perdiendo tu vena reivindicativa.
No, no, al contrario. Aunque no me deje ver mucho, estoy implicado en más de una docena de asociaciones, de todas clases: políticas, sociales, ecologistas, de memoria…
- Cuando ves, en la actualidad, el auge de los partidos de extrema derecha, ¿qué pasa por tu cabeza?
Pues que, en parte, es culpa nuestra. Nos pasamos el día viendo vídeos, series y partidos fútbol, y leemos muy poco; sobre todo, libros clásicos. Todo es evasión, no nos queda tiempo para pensar. Y esta gente lo aprovecha.
- Sobre el auge extrema derecha. En España está Vox, al que votaron 3,5 millones de personas… ¿Para ti son muchos?
No deberíamos hablar tanto de ellos, que es precisamente lo que quieren. Si acaso, para desenmascararlos. Contra la barbarie no hay mejor antídoto que la cultura. Es patético ver cómo hablan, las faltas de ortografía que ponen y cómo confunden la bandera con la patria.
- ¿Cómo ves la España actual, tan fragmentada y radicalizada?
Para mí, es un reflejo fiel de ese simplismo provocado por la falta de cultura. Insultar cuesta menos que pensar.
- Chicho y tú compusisteis la BSO de ‘Buenaventura Durruti, anarquista’. En la actualidad, en España, ¿hay alguna figura que realmente luche tanto por los derechos de los españoles?
En estos tiempos creo que resulta inconcebible una lucha como la que llevaron a cabo Durruti y sus compañeros. Y con el tiempo, creo que su idealismo y su integridad han acabado por ser reconocidos.
- Podemos prometió en sus inicios el cielo a sus votantes. ¿Qué opinión tienes de esta formación y de su papel actual?
Pues que cualquier mejora en la vida de las clases más desfavorecidas, por fuerza tiene que venir de ellos, ya sea la subida del salario mínimo, las pensiones, la dependencia, la sanidad, la educación y tantas otras cosas. Creo que Podemos, a pesar de los pesares, son un bien a proteger.
- ¿Estás a favor de la monarquía o, por el contrario, no entiendes que exista un Rey, algo que muchos tachan de anacrónico y medieval?
No tengo nada en contra de esta buena familia, pero me gustaría que hicieran las maletas cuanto antes. Tienen medios suficientes para vivir de maravilla en cualquier lugar del mundo. Creo que, sobre todo las niñas, lo agradecerían.
- ¿Mantienes contacto con Sabina? ¿Has vuelto a hablar con él después La Mandrágora?
Hace bastante que no me lo encuentro. Lo último que supe fue lo de la caída.
- ¿Y con Krahe, antes de su muerte, lo mantuviste?
Sí, porque vivíamos muy cerca y, aparte, cantábamos en los mismos circuitos.
- ¿Alguna vez envidiaste, aunque fuera sanamente, sus carreras y su reconocimiento?
No. En algunas épocas, incluso, llegué a ser bastante más conocido que ellos. Pero, aparte de todo, si hay un sentimiento que no concibo, es el de la envidia. He sentido a veces la de otros rondarme, por mi manera de entender la música y la vida. Y te aseguro que no se pasa nada bien.
- En pleno 2020, tras tantos años en la música, y a modo de análisis: ¿musicalmente, quién crees que ha sido el músico más completo de los tres a lo largo de su trayectoria? (A Sabina muchos lo acusaban de hacer músicas simples y directas, solo para empatizar…)
Es que Javier y Joaquín nunca fueron músicos, ni creo que lo hayan pretendido. Sí que han sido buenos letristas, sin embargo. Aunque sin llegar a la categoría de Chicho.
- ¿Nunca surgió la idea de volver a reunir a los tres de la Mandrágora?
Sí, nos lo propusieron muchas veces, pero a ninguno de los tres nos hizo gracia la idea.
- Tras aquella experiencia, fundaste tu propia orquesta. Muchos conciertos, muchos paisajes. Del 84 al 96, según tengo entendido. ¿Qué es lo más bello que rescatas de aquella etapa?
Para un músico de carrera, el componer su propio repertorio, arreglarlo, dirigirlo e interpretarlo es el no va más; sobre todo, como en mi caso, cuando gente de cualquier edad era feliz bailando en la pista. Y los paisajes, claro, cuando la geografía y la naturaleza te gustan tanto como a mí.
- En 1989, en Radio 3, presentas ‘Corazón loco’, sobre la historia y desarrollo de la música afrocubana. ¿Cuánto duró en antena y por qué se acabó? (fuiste un adelantado a tu tiempo, ya que en aquel entonces ese tipo de música apenas sonaba en España).
En aquella época, la llamada música latina pegaba ya muy fuerte en EEUU, pero aquí no había nadie que la conociera. Se pusieron en contacto conmigo desde Radio 3 para encargarme un programa que la divulgara, y mi única condición fue el poder trabajar dentro del archivo sonoro de RNE, cosa por entonces reservada al personal que lo custodiaba. Solo LPs, allí había 150.000; aunque lo más valioso eran las CTs o cintas de trabajo (grabaciones realizadas en la propia radio). Y allí encontré maravillas. Aparte, empecé a recibir material de todos los países de América. Aquello duraría un par de años, más o menos, y, con el tiempo, acabé centrándome en la música afrocubana de los años 40 y 50, que, en el fondo, me parecía más original que la salsa. El programa terminó con el desmantelamiento momentáneo de Radio 3, nunca suficientemente explicado.
- Fundaste también tu sello Avizor Records, pero sólo produjo tu último disco, ‘Tiempo de baile’. ¿Por qué no hubo más proyectos?
Fue un sello creado en colaboración con la escritora Carmen Martín Gaite, para dar a conocer a nuevos músicos y poetas, y rompimos el fuego con un disco grabado por cada uno de nosotros: “Carmen Martín Gaite recita sus poemas” y “Tiempo de baile”. Pero al poco tiempo Carmen murió y decidí tomarme un respiro. Luego preparé un discolibro donde se detallaban las peripecias de aquella aventura.
- Leí que te gusta el bullerengue colombiano y la trova yucateca de los años 20. Una muestra del gran musicólogo que eres. ¿Qué más estilos desconocidos como los mencionados recomendarías a nuestros lectores?
América es un mundo insondable y, en gran medida, desconocido por nosotros. Ahora contamos con las plataformas en streaming, a diferencia de la época de “Corazón loco”, en Radio 3. Sin embargo, hay que tomárselas con mucha cautela, pues en ellas está todo muy mezclado: épocas, estilos, intérpretes… Por hablar de un músico excepcional, yo citaría al acordeonista brasileño Dominguinhos, fallecido hace 6 o 7 años, que lo tenía todo. Y, si no, a Yamandú Costa, un guitarrista, también de categoría, que tocó con él en distintas ocasiones.
- ¿Te gusta el rap?
No es que lo siga muy de cerca, pero me parece un género con una personalidad muy fuerte y, a su manera, sofisticado; aparte de comprometido con su tiempo. Creo que los cantautores deberían tomar buena nota de él, pues algunos de ellos lo miran por encima del hombro sin ninguna razón.
- Buscando información sobre Alberto Pérez en internet me encontré con que tu último disco salió en 1997, con cinco conciertos en el Retiro en 2005 y en algunos más en pequeñas salas, en 2008. Y ahí se te pierde la pista. ¿Cuándo diste tu último concierto?
Esa falta de información en internet sobre mi actividad es consecuencia, entre otras cosas, del despego con que yo he llevado mi carrera. Es como si me hubiera interesado más el hecho de hacer las cosas que su posible repercusión. No he dejado de actuar del todo en ningún momento, pero también es verdad que he desaparecido del mapa durante largos periodos, sobre todo para estudiar o hacer viajes. Es lo que tiene el no ser ambicioso. Y el no tener deudas, claro.
- ¿Se siente nostalgia al ver que, con el paso de los años, uno se va alejando de la figura que fue?
Yo nunca he tenido tendencia a la nostalgia, pues he vivido intensamente cada momento de mi vida. Cuando algo no me ha gustado, lo he dejado, y ya está.
- Sobre el ego de los músicos: ¿Alguna vez caíste en él? Que, como se suele decir, te endiosaras.
La gente dice que no. Creo que ya hemos hablado de eso, pero me parece que la fama es más una fuente de sinsabores que otra cosa.
- ¿Qué es lo que más echas de menos de tu ‘yo’ pasado?
Se me hace rara esa expresión del ‘yo pasado’. No sería capaz de deslindar pasado y presente, para mí son un continuo.
- El ser alguien reconocido, el brillar y después apagarse, amén de otras circunstancias de la vida, puede generar en algunos músicos la famosa ansiedad. ¿Alguna vez la conociste y bailaste con ella? De ser así, ¿por qué crees que afloró en tu caso?
Tanto dentro como fuera de la profesión, a la gente siempre le ha llamado la atención mi desapego por la fama. Pero es que, desde el principio, me cuidé mucho de que la música no fuera lo único en mi vida. Y que, como te decía antes, la vanidad me la curaron muy pronto los aplausos que oí desde niño. A veces nos cuesta imaginar una vida distinta de la nuestra, especialmente en estos tiempos, en que parece que todo el mundo quiere ser célebre.
- Desde 1997 sin disco y sin conciertos, ¿económicamente siempre pudiste vivir bien gracias a los derechos de autor?
He ido haciendo las canciones y los discos que me parecía que podían aportar algo en cada momento; y si no, me he callado. ¿Cuántos discos hizo Chicho a lo largo de su vida? ¿Y la maravillosa Freddy? ¿Y Bola de Nieve? La música que más escucho no está grabada en disco. No podemos dejar que los prejuicios nos ahoguen. En cuanto al aspecto económico, he trabajado en muchos frentes, la mayoría de las veces fuera de los circuitos convencionales, y me he ganado bien la vida. Como oí decir en una aldea de Los Ancares: Corre a auga por moitos regatos.
- ¿Te gusta el fútbol? Si te tuvieras que comparar con un futbolista, ¿quién habrías sido en la música?
Encuentro el fútbol demasiado mercantilizado, es una de las razones por las que no lo sigo. Y el que tanta gente viva pendiente de él, hasta el punto de que los países se paralicen. Y ese ritual que precede a los campeonatos, tan próximo a la estética fascista…
- ¿Alguna anécdota de tus años de máxima fama que se pueda contar? (Esa noche que te viene a la mente casi sin pensar).
No soy muy aficionado a airear mis experiencias íntimas, pero reconozco que me halaga el que una mujer con la que tuve un desahogo fugaz de camerino tiempo atrás, al encontrármela de nuevo me lo recuerde y me diga que qué bonito fue.
- ¿Hay alguna espinita que tengas clavada por algo que te gustaría haber logrado?
A veces pienso que, si hubiera sido un poco más ambicioso con mi carrera, mucha de la música que he escrito o grabado y que se ha perdido, habría podido llegar a su destino. Pero en la vida hay que elegir, y yo siempre lo he hecho con todas las consecuencias.
- ¿Cómo te ves en el futuro?
Libros, viajes y algún revolcón.
- ¿Te da miedo la muerte?
No, ya tengo el matarratas preparado.
- Cuando llegue el día, si es que algún día llega, ¿qué pondrá en tu epitafio?
Llegará, tenlo por seguro. Pero no habrá lugar a epitafio.